Estrategias discursivas en torno a los proyectos instalativos interactivos en red

Rubén Tortosa – Francisco Berenguer
Artefactes, www.artefactes.net
Junio 2006

A nuestro parecer, éste es un espacio creíble.

Cada vez que nos enfrentamos a la red nos encerramos en una identidad definitoria, que de algún modo redefine, hace cambiar la caracterología del propio usuario en vías de una adaptación progresiva de su realidad vital.

Debemos establecer al respecto que se ha configurado una nueva antropología del ser humano, que se caracteriza por lo colectivo y la multilocalización. Es evidente que los principios que definieron la antropología como ciencia se desvanecen ante un medio telemático, la red, en el cual podemos comunicarnos con otros muchos entornos, por las variables que se suceden en tiempo real. Si ya de por sí, tanto la antropología social como cultural, se identifican por ser realidades inseparables de una misma totalidad social, ahora con la interacción telemática y la proyección del Yo a través de espacios/tiempos, ésta cambia considerablemente. La red, como entorno público, metaforiza y comprende, todos los conceptos relativos al espacio/tiempo. En ella, pueden surgir relaciones transitorias, volátiles e inciertas entre usuarios desconocidos, constituyéndose por su carácter virtual determinada teatralidad, disfraz y juego. Las condiciones de estos usuarios se rebela contra todo lo estructurado, escapando a cualquier sistema de clasificación. La red carece de estatutos y propiedades, se configura como territorio deslocalizado, siendo el acontecimiento resultante de la interacción el que conecta y relaciona simultáneamente lo real y lo virtual, en base a las posibilidades de la interfaz.

A nosotros nos interesa el aparato conceptual altamente ritualizado de este escenario, como también los desvanecimientos de las presencias al navegar por los flujos, es decir, la construcción de identidades camaleónicas y su posible conectividad. Esta capacidad heterogénea de habitar lo virtual tiene mucho que ver con aquel concepto de hibridación o complementariedad de elementos de distinta naturaleza que establecen constantemente sus relaciones mutuas en función de las exigencias del entorno. El simple hecho de interactuar a través de la red convierte a ésta en un lugar proclive para el acontecer, protocolizado y sometido a una organización de variables de ámbito programático. El espacio telemático, viene a ser pues, aquel no-lugar  planteado por Augé, que con la interacción del usuario, se convierte en un lugar generado ó generándose. El usuario se nos presenta aquí como el provocador de los acontecimientos, como la persona que habilita la interfaz, vulnerándola a su antojo con sus decisiones y sus criterios, alimentándose de los resultados suscitados, formando parte de la actividad que se está desarrollando en el entorno virtual.

La manera de organizar y estructurar el entorno virtual, siempre en función del usuario, obedece a una obsesión por ampliar las capacidades humanas mediante la utilización del código, creando nuevas estructuras entre lo real y lo virtual. El resultado no es más que un sistema de relaciones, de contenidos y enunciaciones de información moviéndose en múltiples direcciones. Toda una pluralidad de conexiones, que viene a recordar aquel concepto de Derrida de montaje , en tanto que es una estructura tramada, susceptible de configuración, o lo que es lo mismo, en proceso de descripción. Estas capacidades tienen, sin lugar a dudas, aspectos en común con la naturaleza del lenguaje, ya que la red se identifica con modelos programáticos del lenguaje, operando a su mismo nivel y, en cierto modo, asumiendo su mismo sentido.

La interfaz se establece como un mecanismo iterativo que a través de esquemas lógicos, es capaz de relacionar este lenguaje codificado con el concepto de imagen. La forma superficial de cada signo y de cada símbolo pierde en parte su significado, se abstrae y atiende a la ambigüedad de la representación. En realidad deberíamos hablar exclusivamente de imagen, pues las acumulaciones lineales de escritura se relacionan y conforman una textura irregular, expuesta a la intemperie de las interacciones que constantemente la redefinen.

Enfocando así el tema, también deberíamos preguntarnos lo contrario: si las imágenes generadas en el la red puede devenir en lenguaje. Ciertamente sí, pues, las estructuras gráficas, es decir, las imágenes resultantes pueden ser interpretadas por el observador a través de un conjunto de fórmulas mentales que relacionan lo representado con toda la variedad de información almacenada en su memoria. Esta capacidad humana, en la que la metáfora organiza todo el conjunto de señales provenientes de la representación y las asocia a un significado, conforma lenguaje como sistema de comunicación.

Si hasta aquí, lo dicho, obedece a una elemental reflexión del contexto interactivo-participativo de la red, lo que sigue a continuación se centra en la descripción de Casa de Citas.

Casa de Citas se caracteriza por ser una propuesta de significantes y no una estructura de significados, capaz de liberar a la palabra temporal y espacialmente de sus nexos de continuidad (relaciones sintagmaticas y paradigmaticas), de los encadenamientos que caracterizan el discurso evolutivo, para someterlos a rituales de tránsitos textuales, discontinuidades y saltos que resisten el orden preconcebido y que admiten la diversidad y la diferencia. Experimentamos Casa de Citas como trayectoria de una estructura volitiva y, por tanto, deberíamos hablar de un proceso disolutorio de la cosificación del individuo para pasar a ser un Yo comunicativamente fluidio. La lectura de Casa de Citas deviene en textos desmembrados, estructuras sin centro que fragmentan el mensaje del contexto literario. El usuario/productor, es al fin y al cabo un cuerpo virtualizado, generador de paseos por el espacio (el vagabundo), que se transforma en protagonista de la obra.

He aquí el aparato conceptual en donde se establece Casa de Citas, en tanto que interpela a la sociedad-red y demanda de ella una reflexión fugaz sobre la situación actual de las relaciones interpersonales, a través del correo electrónico. Casa de Citas expresa la esencia de la conectividad de los usuarios con los mecanismos telemáticos, además de configurar para el usuario sincronías y acoplamientos de inputs/outputs como patrones ordenados y coordinados de interacción sensorial.

Estructuramos Casa de Citas en dos instalaciones interactivas:

La primera reflexiona sobre la idea de co-presencia (la física y la generada por flujos de datos a través de la Red mediante los correos electrónicos). El sistema muestra una forma artificial tridimensional, sin ningún tipo de vértice, metáfora del deseo, en movimiento rotario latente sobre sí mismo, visualizada en una gran pantalla de proyección. La presencia del usuario sumada a los correos electrónicos entrantes, generan nuevos elementos tridimensionales que gravitan por el sistema.

Estos correos se visualizan como fondo, junto con citas de las distintas personas invitadas a participar en esta obra. El resultado es un cúmulo de citas (registros desterritorializados) indescifrable, aunque muy significativo.

Entendemos el correo electrónico como módulo mínimo de expresión humana, donde cualquiera transmite brevemente, como de golpe, sensaciones, pensamientos, conceptos abstractos o sentimientos, a veces imposibles de transmitir entre persona y persona, pues la red deviene en máscara que oculta el rostro. En ese sentido, el correo electrónico es pura organicidad, un órgano electrónico trabador del individuo.

La interacción del usuario con el deseo, desencadenará que el resto de elementos se desplacen por el espacio, atraídos por ese deseo, que se amplifica al poder observar en la parte inferior de la interfaz lo que el deseo observa.

En la segunda instalación, la imagen de los usuarios es capturada virtualmente en tiempo real e insertada en la interfaz. Simultáneamente el sistema rastrea en la Red códigos fuentes de webs relacionados con lo colectivo y lo público. El tejido resultante es la consecuencia de una visión sintética de los mundos real y virtual, que restituye por sí mismo todos los parámetros implicados. El usuario se caracteriza por ser simultáneo, condicionado a una doble experiencia indiscernible del flujo comunicacional del que forma parte. Digamos que se produce un desvanecimiento de la presencia, pues la misma trasciende su contexto y se introduce irrevocablemente en el tiempo. Este modelo de percepción del Yo registrado por el sistema constituye una incorporación potencial del individuo en la interfaz. Formar parte de la obra significa habitarla por dentro, existir como flujo de comunicación.

El diálogo entre obra y espectador se establece en los conceptos de impredecibilidad del sistema, en las concepciones de observación y participación, en las construcciones de múltiples niveles de interacción y en el cruce de sus significados. La imposibilidad por parte del usuario de predecir los sucesos desencadenantes del uso interactivo del sistema otorga al entorno virtual el carácter de acontecimiento. Desencadenantes, al fin y al cabo, que se generan a través de una posibilidad entre las infinitas configuraciones que puede admitir el sistema interactivo y que en consecuencia provocan la doble función del usuario: observador y participante activo. Es, sin duda, evidente que los múltiples niveles de interacción desencadenan toda una pluralidad de discursos cuyos modos de presentarse al usuario pueden ser variables al instante, por las propiedades dinámicas de su sistema inmanente. La lógica consecuencia de este desarrollo reside en los comportamientos participativos del observador.

Estas posibilidades, los desenlaces de los acontecimientos, asumen mayor complejidad y por consiguiente, la exploración interactiva contribuye narrativamente -mediante transferencias de flujos que determinan las formas aparentes en la interfaz- a experiencias artísticas. La experiencia interactiva depende temporal y espacialmente de una dinámica de impulsos telemáticos que finalmente configura su naturaleza. Digamos que la interacción en este tipo de proyectos asume la propiedad de devenir circulatoria, pues en el afán de transformar el input en output recorre itinerarios programáticos cuyos contextos espacio-temporales son imperceptibles. El trayecto entre estos dos puntos (del in al out) no viene a ser más que la ruta que debe efectuar la interacción para dar paso a la pura posibilidad de comunicar. El simple hecho de interactuar a través de la red convierte a ésta en un lugar proclive para el acontecer, protocolizado y sometido a una organización de variables de ámbito programático.

Casa de Citas no desea propiciar experiencias y resultados puros en términos estrictamente conceptuales; no desea ser un entorno cerrado de muros opacos, sino que pretende desdibujar sus fronteras, aquellas que sirven como elemento limítrofe entre lo interior (endo/intra) y lo exterior (exo/extra), entre lo privado y lo colectivo. Una cristalización entre lo real y lo virtual, entre lo material y lo efímero; un sistema que se presenta al usuario mediante una estructura interactiva mínima, para que devenga datos y combinaciones plásticas de elementos. Éste es un entorno cuya configuración es el resultado de registros, encuentros y disonancias.

1 Este concepto está asociado tanto al discurso teórico de Marc Augé –que lo adopta de los planteamientos de Michel de Certeau- como a la propuesta de Paul Virilio del no-lugar de las tecnologías teletópicas. Véase: AUGÉ, Marc. Los no-lugares. Espacios del anonimato, 1993. Véase: DRUCKREY, Timothy. Netopías, notopías…: cuerpos de conocimiento. (en línea), (2 de Octubre 2001). Disponible en: <http://www.aleph-arts.org/pens>

2 LANDOW, George P. Hipertexto. La convergencia de la teoría crítica contemporánea y la tecnología. 1ª Edición. Barcelona: Paidós Ibérica, 1995. p.19